No todo es lo que parece ... ni el catálogo está en lo cierto

Artículo de © José Ivars Ivars

Hace mucho tiempo, en un tiempo donde no era habitual que el filatelista se fijase en el motivo del sello, ni mucho menos se plantease ser coleccionista temático, en una época en la que a la “temática” se la conocía más bien por una colección “según el motivo”, hubo un niño de corta edad, pero la suficiente para que el sello le despertase la suficiente curiosidad como para emprender algo que le era ya familiar: ser filatelista. De hecho lo era su abuelo, que en esta historia ejercerá el papel de monitor filatélico, ese profesor sin titulación, que tratará por todos los medios de inculcar un coleccionismo, que con toda seguridad al jovencito le servirá como aprendizaje.

Varios ejemplares sin sobrecargar de la emisión para Telégrafos con el Escudo de Chile

Y la historia nos viene a contar que por entonces, el abuelo ya era un experto filatelista, pero centrado más en lo habitual de la época: el coleccionismo por países o emisiones, y que las inquietudes del nieto se centraban más en aquellos motivos que empezaban a aparecer en los sellos y que, echando la vista atrás había descubierto unos ejemplares que llamaron su atención. Cabe decir que el joven coleccionista, estaba centrado en poder realizar una colección de “animales”, especialmente aquellos sellos que estuvieran dedicados a los que más le gustaban, los caballos.

En aquella sencilla libreta en la que el chaval iba ordenando los pocos sellos con motivos faunísticos, que a buenas le llegaban, había uno muy antiguo que destacaba sobre el resto. Aquel sello, era para el mozalbete filatélico como un verdadero tesoro, tal vez por ser el más anciano de cuantos tenía, o porque aquel pequeño papel, engomado en su día pero ya usado o servido, como se solía decir cuando el sello ya había sido utilizado para el fin para el que fue creado, le despertaba al pequeño, cierta curiosidad.
Se trataba de un sello que encerraba cierto escudo, en el que a duras penas podía distinguir que animales formaban parte de aquel símbolo. Lógicamente recurrió a la persona para quién él más sabía de filatelia, su abuelo. El abuelo, curtido ya en muchas de estas vicisitudes filatélicas, no dudo ni un momento en decirle que lo mejor sería que consultase un catálogo de sellos, porque en esos libros está toda la información necesaria.

Sendos escudos de Chile. El primero del año 1875, erróneo y el correcto de 2010
Sello para Telégrafos de Chile con la sobrecarga “Correos”, para un facial de 3 centavos

Y así lo hizo el aprendiz de filatelista. Siguiendo las indicaciones recibidas, se puso a ojear alguno de los catálogos de sellos que bien guardados había en una de las estanterías de la casa del abuelo. El escogido, aunque estaba escrito en lengua francesa, parecía que tenía sellos de todo el mundo. Y efectivamente el pequeño filatelista dio con el sello, o más bien con la reseña que aparecía en el catálogo: “…Cheval avec queue…”. Se trataba de un sello de Chile de Telégrafos, sobrecargado para Correos, y donde la imagen corresponde al escudo de Chile, en el que de los 2 animales que aparecen, uno de ellos se asemeja a un caballo. Tiene toda la pinta de ser parecido al “Caballo Rampante” de la escudería Ferrari.
Aquel joven filatelista, por fin había salido de dudas. El sello formo parte de su colección durante toda la época juvenil, y solo cuando la colección, ya en época de adulto, participó en alguna exposición competitiva, fue cuando aquel joven, hoy ya no tanto, se dio cuenta que los catálogos – según cuales y en qué época -, no están en lo cierto. Aquello que parecía un “caballo” – cheval -, con una larga cola, en realidad no era un equino, sino que se trataba de otro animal, más relacionado con Chile: un Huemul  - Hippocamelus bisulcus -, una especie de ciervo nativo de la cordillera de los Andes.
Bien si esta historia es real o ficticia, la verdad es que nos deja la reflexión de que el filatelista temático, no ha de conformarse con aquella información que le llega de entrada, por mucho que nos satisfaga lo que nos cuente. La bibliografía consultada en esta época, es muy clara y notoria en cuanto a lo que ciertos catálogos decían al explicar los sellos. En este caso el error que cometió el Yvert et Tellier de principios del Siglo XX, fue más que notable. Confundió el Huemul por un caballo en el escudo de Chile, aunque tal vez la forma en la que se plasma este animal con esa cola tan larga que más asemeja a un caballo que a un ciervo. 

Bloque de 25 sellos de Telégrafos con sobrecarga “Correos”, para el mismo valor de 2 centavos del sello

Pero, realmente no es un error propio de esta marca filatélica de catálogos. Todo lo contrario. El escudo de Chile, a lo largo de la historia ha dado lugar a muchas confusiones. Con el actual – Ley de 26 de junio de 1834 -, la cosa parece más clara; el Huemul se distingue fácilmente. Pero cuando la cosa pasa a manos extranjeras, es decir, cuando la interpretación la hacen los de fuera, en numerosas ocasiones, el Huemul se convierte siempre en un caballo de cola larga – cabe decir que el sello original de Telégrafos de 1894 lo detalla “con cola”, y así también lo reflejaba el Yvert -. De hecho, muchas representaciones de este escudo de Chile en todo el mundo, tienen este curioso o determinado error. Una de las fuentes más conocidas de la ciudad de Concepción (Chile), la de la Plaza de la Independencia, es fotografía a diario por cientos de turistas y curiosos, además de haber sido reflejada en numerosas tarjetas postales, y en esta fuente, el escudo de Chile que aparece, lleva el “Caballo con cola”. La explicación y el porqué ya lo dijimos antes: la fuente fue construida por una empresa de Liverpool, y aunque el artista belga, plasmo en el boceto original correctamente al Huemul, los operarios británicos desconocían la existencia de este cérvido en tierras andinas.
Los sellos, inicialmente fueron previstos para uso telegráfico (desde 1883), aunque un Decreto de fecha 22 de abril de 1904, ordenó sobrecargar para uso postal esta serie y alguna más. Para sobrecargar los sellos, se usó la tipografía, siendo la primera vez que se usaba este método en Chile. Aunque la reimpresión fue hecha en el año 1904, la maquinaria empleada para ello, dio lugar a que existan numerosas variantes de esta sobrecarga, muchas de ellas desplazadas, dando lugar a numerosas variedades que el coleccionista, temático o no, sabe valorar. Esta sobrecarga fue realizada por la imprenta “Barcelona” de Santiago de Chile, y los sellos grabados por American Bank Note Co., de Nueva York.
Estas emisiones de “Telégrafos”, cuentan que el gobierno chileno tuvo que tomar cartas en el asunto, al encontrar grandes cantidades de la emisión de 1883, lavados y listos para ser usados de nuevo. Fueron sellos que especialmente se iban a usar en telegramas, por lo que se tuvo que anular toda la serie, aunque con el tiempo se tuvieron que sacar “en remate” a la venta en grandes cantidades.
Durante muchos años, los que editaban catálogos filatélicos, como pudieron ser el Yvert et Tellier mencionado, u otros como el catálogo Socopo, alternaron al citar el sello, o bien como “caballo con cola” o incluso “sin cola” ya que existen algunos diseños con el Huemul bien definido, o el caso del Socopo que no citando el caballo, si hace referencia a “Huemul con o sin cola”, cuando por todos es sabido que este ciervo cola de caballo nunca ha tenido ni tendrá.

Emisión de 1944 con el Huemul como imagen del sello

El Huemul es un animal en vías de extinción en la zona andina, y que lo podemos encontrar en muchísimos sellos, lo que daría seguramente lugar a poder realizar una colección interesante con todos estos errores que su catalogación nos ha dado.
Lo mejor de esta historia, que puede haber pasado o no, es que el animal que acompaña al Huemul en el escudo del Chile, es un “Condor” – Vultur gryphus -, y también el Yvert et Tellier – y otros más -, lo confundieron con un águila. Pero esa es otra historia que contaremos en otro momento.

José Ivars Ivars es Académico de la RAHFeHp
Agrupación Filatélica y Numismática de Calp

1 comentario:

miguel dijo...

Una historia muy divertida e interesante, José. Muchas gracias por compartirla.