La Historia de los Mundiales de fútbol (3ª Parte)

Artículo de ©J.P. Aguilar
Sello de 5 liras emitido como parte
de la serie para las colonias italianas.
El jugador hace el saludo fascista
Así como el primer campeonato mundial de fútbol no produjo ninguna emisión postal, en los años que precedieron a la segunda Copa del Mundo las administraciones de correos se olvidaron de este deporte; solo Bulgaria incluyó una imagen futbolística en las dos series que emitió en 1931 y 1933 para conmemorar los Juegos Balcánicos (Scott, 238 y 245). Del primer sello, de color rojo (18 de septiembre de 1931) se hicieron 150.000 ejemplares, e igual cantidad del segundo, de color azul (5 de enero de 1933); ambas estampillas tenían el mismo valor facial: 2 lev. El segundo campeonato mundial fue motivo para nueva emisiones postales, en este caso varias series del país anfitrión y sus colonias, que se imprimieron como una pieza más del aparato publicitario, no deportivo, sino político. Cuando en octubre de 1932 la FIFA resolvió por unanimidad convertir a Italia en la sede de la segunda Copa del Mundo, se abrió la puerta para que el dictador italiano, Benito Mussolini (1883-1945) se sirviera del certamen para exaltar al fascismo. A diferencia de lo ocurrido cuatro años atrás, no hubo que presionar a nadie para conseguir participantes; todo lo contrario, el elevado número de interesados hizo necesario, pro primera vez, recurrir a una fase eliminatoria para llenar los dieciséis cupos. En el caso de Sudamérica, las dos plazas disponibles debían ser disputadas por Argentina, Brasil, Chile y Perú. Argentina y Brasil clasificaron sin jugar pues sus respectivos rivales, Chile y Perú, se retiraron. Bolivia, Paraguay y Uruguay se negaron a participar, este último para devolver el boicot que los europeos hicieron al primera campeonato; se convirtió, así, en el único campeón reinante que no defendió su título.
Sello búlgaro de 1933,
conmemorativo
de los Juegos Balcánicos
El cupo para Asia y África lo obtuvo Egipto, mientras que Estados Unidos se hizo con el destinado a Norteamérica y El Caribe. Doce plazas se reservaron a Europa y los obtuvieron Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Holanda, Hungría, Italia, Rumania, Suecia y Suiza. Esta fue la única fase eliminatoria en la que debió participar el anfitrión.
Dicen que a Mussolini no le entusiasmaba el fútbol; comprendía muy bien, sin embargo, el fervor popular que despertaba y convirtió a la competencia deportiva en una operación política, en la que asegurar el triunfo se convirtió en requisito esencial para promocionar y afianzar el régimen fascista. Nada se dejó de lado con ese objetivo en la mira, desde la presión antideportiva hasta los empujones arbitrales.
La calidad de la selección italiana, sin embargo, no puede negarse. Dirigida por una leyenda del fútbol, Il Vecchio Maestro ( el viejo maestro) Vittorio Pozzo (1886-1968), la escuadra anfitriona puso en práctica un sistema de juego que anticiparía el de las defensas cerradas y los rápidos contragolpes, con una formación 2-3-5 que pasó a la historia como El Método.
Para reforzar al equipo de Italia se recurrió a la nacionalización de cinco jugadores sudamericanos de ascendencia italiana; el brasileño Anffilogino Guarisi y los argentinos enrique Guaita, Raimundo Orsi, Attilio Demaría y Luis Monti, estos dos últimos, parte del equipo vicecampeón de 1930. No se trató de una incorporación regular, pues varios de los nacionalizados no cumplían el requisito de tres años de residencia en Italia, previsto por la reglamentación de la FIFA.
El 27 de mayo, con ocho partidos simultáneos en otros tantos estadios, arrancó la segunda Copa del Mundo de fútbol. No hubo en esta oportunidad fase de grupos y en cada partido el perdedor quedaba eliminado; todos los equipos que pasaron a la siguiente etapa fueron europeos.
En los cuartos de final, Italia debió medirse con el equipo de la España republicana en un choque más ideológico que deportivo, que se recuerda como la Batalla de Florencia; después de su paseo ante los Estados Unidos, que fueron derrotados por siete goles a uno, Italia debió empeñarse a fondo ante uno de los mejores equipos de la historia española, encabezado por el arquero Ricardo Zamora (El Divino).
A la izquierda, el saludo fascista de la selección italiaana;
a la derecha, Vittorio Pozzo da instrucciones a sus jugadores
El partido del 31 de mayo de 1934 fue uno de los más rudos que recuerda la historia, terminó, luego de la prórroga, con un empate a unos que, conforme al sistema entonces vigente, obligó a un segundo partido de desempate al día siguiente. Tras el primer encuentro, siete jugadores españoles (entre ellos Zamora), y cuatro italianos, sufrieron lesiones que les impidieron jugar el 1 de junio.
Dicen las crónicas que en ambos partidos el arbitraje fue escandaloso. En el primero, el belga Louis Baert concedió el gol de empate a los anfitriones, pese a que un jugador italiano había cargado contra el arquero español, y anuló un tanto legítimo de España; en el segundo, el suizo Rene Mercet siguió el ejemplo: concedió un gol dudoso y anuló un tanto español. Italia ganó la Batalla de Florencia, en la segunda jornada, por un gol a cero. Dos días después, el 3 de junio, un gol del argentino nacionalizado, Guaita, al parecer anotado fuera de juego pero validado por el árbitro sueco Iván Eklind, permitió a los italianos conseguir un puesto en el partido final, tras derrotar al Wunderteam Austriaco, la selección favorita, pionera del fútbol total. Austria terminaría en el cuarto puesto del torneo, al ser derrotada por Alemania en el partido del 7 de junio por tres goles a dos.
A la izquierda, Frantisek Planicka, derecha, portero de Checoslovaquia,
saluda con el arquero italiano Giampiero Combi, antes del inicio del partido final.
A la derecha, Vittorio Pozzo en hombros de sus jugadores, luego del triunfo
El 10 de junio de 1934, ante 55.000 espectadores reunidos en el Estadio del Partido Nacional Fascissta, Italia se enfrentó a Checoslovaquia, que venía de vencer por tres a uno a los alemanes. El sueco Iván Eklind fue designado para arbitrar el partido, pese a su cuestionada actuación en la semifinal.
Luis Monti, quien jugó la primera final en 1930 defendiendo la camiseta argentina, diría después que en esa ocasión querían matarle si ganaba, y en 1934 si perdía. La frase muestra la presión que pesaba sobre un equipo conformado por figuras indiscutibles del balompié, que Mussolini consideraba "soldados al servicio de la causa nacional". Al presidente de la Federación Italiana de Fútbol, el general Giorgio Vaccaro, se le había transmitido la orden: "Italia debe ganar este campeonato a como de lugar. No es una sugerencia, es una orden que no voy a consentir que se desobedezca".
A la izquierda, el afiche oficial de la Copa de 1934.
A la derecha, el equipo italiano: de izquierda a derecha, de pie, Giampiero Combi (capitán),
Luis Monti, Attillo Ferraris, Luigi Allemandi, Enrique Guaita y Giovanni Ferrari;
en cuclillas, Eraldo Monzeglio, Giuseppe Meazza, Angelo Schiavio, Luigi Bertolini y Raimundo Orsi
Los checos, dirigidos por el entrenador Karel Petru y protegidos en el arco por el Zamora del Este, Frantisek Planicka, eran un hueso duro de roer. El primer tiempo terminó sin goles y con un mensaje de Mussolini al entrenador Pozzo: "usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si llega a fracasar". El director técnico se lo comunicó a sus jugadores: "si perdemos, todos la pasaremos muy mal".
En el minuto 71, antonin Puc enmudeció a las tribunas al anotar en el arco italiano y casi enseguida Frantisek Svoboda estrelló un remate contra el poste; la angustia duró poco: diez minutos después, Raimundo Orsi igualó el marcador y obligó a la primera prórroga en un partido final. Al comenzar el alargue, en el minuto 95, Angelo Schiavio puso adelante a Italia y definió el marcador, dos a uno, y el campeonato para Italia. Los "soldados de la causa nacional" podían respirar tranquilos; ¿qué hubiera ocurrido si Svoboda lograba encajar la pelota en el arco italiano?
La serie italiana conmemorativa del campeonato de 1934
La celebración del triunfo incluyó una ceremonia de premiación con la presencia del Duce y los jugadores vestidos con uniforme militar.
Tres días antes del inicio del campeonato, el 24 de mayo, Italia emitió una serie de cinco estampillas para el correo ordinario y cuatro para el aéreo (Scott 324-328 y C62-C65); en la última se muestran, por primera vez, imágenes de estadios. Se hicieron un total de 145.000 series.
El 5 de junio, una emisión para las colonias italianas conmemoró también el torneo de 1934; cinco sellos para el correo ordinario (Scott 46-50) y siete para el aéreo (C29-C35). Se hicieron 20.000 series. En esta emisión, probablemente los sellos con el jugador italiano que saluda al estilo fascista sean la mejor imagen del campeonato de fútbol organizado para beneficio de una ideología política..
Las estampillas de la serie italiana se resellaron el 15 de junio, a fin de servir para el correo ordinario y el aéreo en las islas del mar Egeo (Scott 31-35 y C28-C31).



Historia de los Mundiales de fútbol por Juan Pablo Aguilar Andrade:

1 comentario:

3hico dijo...

Excelente amigo