Artículo de ©J.P. Aguilar
El Mundial de España, en 1982, fue el primero en el que participaron equipos de los cinco continentes. El número de participantes se elevó a veinticuatro, lo que permitió que aparte de los clasificados directos (Argentina y España), pudiera participar un equipo asiático (Kuwait), uno de Oceanía (Nueva Zelanda), dos africanos (Argelia y Camerún), tres sudamericanos (Brasil, Chile y Perú), dos centroamericanos (El Salvador y Honduras) y trece europeos (Alemania Federal, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, Escocia, Francia, Inglaterra, Irlanda del Norte, Italia, Hungría, Polonia, Unión Soviética y Yugoslavia).
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Hoja recuerdo de la emisión ecuatoriana de 1981,
con la mascota del Mundial de España |
La presencia de ocho equipos adicionales hizo necesario modificar las reglas del campeonato. Se lo dividió en tres fases, una primera de seis grupos, en la que los dos primeros de cada grupo pasarían a una segunda etapa. En ésta, compuesta por cuatro grupos, los ganadores de cada uno clasificaban a los juegos semifinales, en los que se definirían los partidos finales: los triunfadores debían jugar por la Copa y los perdedores disputar el tercer puesto.
España escogió como mascota de su Campeonato una naranja, vestida con el uniforme de la selección nacional, que el Ecuador utilizó como imagen de una de las hojas recuerdo que emitió un año antes del Campeonato, el 9 de julio de 1981, y que fue parte de una serie compuesta por tres estampillas y una hoja adicional (Scott C723-C727).
Los sellos y la hoja que completan la serie
ecuatoriana conmemorativa de la Copa de España
España hizo emisiones preparatorias del Campeonato desde 1980. La primera, de dos estampillas, el 23 de mayo de ese año (Scott 2211-2212), fue seguida por dos sellos adicionales el 2 de mayo de 1981 (Scott 2234-2235). El 24 de febrero de 1982 se puso en circulación una última pareja (Scott 2280-2281).
La Copa del Mundo se inauguró el 13 de junio de 1982 en Barcelona, con el juego en el que Bélgica se impuso por un gol a cero a los argentinos, que jugaban mientras su país se encontraba en guerra con la Gran Bretaña, tras la ocupación de las islas Malvinas, el 2 de abril; el cese de hostilidades se produjo el 14 de junio.
El día de la inauguración, España emitió una serie de cuatro tarjetas entero postales, cuatro sellos (Scott 2293-2294 y 2295a y b) y dos hojas recuerdo (Scott 2295).
Los argentinos, que viajaron a España seguros de ratificar su triunfo de 1978, llegaron hasta la segunda fase, en la que fueron relegados al último lugar por Brasil e Italia, que tras vencer a la selección argentina disputaron el paso a la semifinal en un recordado partido que se jugó en Barcelona el 5 de julio. Los italianos jugaban el Mundial en medio de las críticas de sus seguidores; superaron la primera fase gracias a tres empates y solo pudieron ganar a los argentinos. Brasil tenía uno de los equipos más poderosos de su historia, invicto en la primera fase, no necesitaba más que un empate para clasificar.
Para muchos, ese fue uno de los partidos más emocionantes de la historia de los mundiales; habrá quien no esté de acuerdo, pero sin duda fue la verdadera final de la Copa de España. Italia se adelantó en el marcador a los cinco minutos, con gol de Paolo Rossi. Siete minutos después Sócrates consiguió el empate para Brasil. A los veinticinco minutos, otro gol de Rossi puso a los italianos adelante y hubo que esperar un segundo tiempo para que los brasileños empaten con gol de Falcao. Seis minutos después, Paolo Rossi puso el tres a dos definitiva en un partido de ida y vuelta en el que un gol de Brasil, y otro de Italia, se anularon en los minutos 80 y 88.
Las tres series españolas, de dos sellos cada una, preparatorias del Mundial de 1982
No fue el único partido que puso en vilo a los espectadores. Tres días después, el 8 de julio, Alemania y Francia disputaron el paso a la final en Sevilla y estrenaron el nuevo sistema de eliminación directa con tiros penales, tras empatar uno a uno en el tiempo reglamentario y tres a tres a en alargue. Los franceses no pudieron mantener la diferencia de dos goles que consiguieron al empezar el periodo adicional, con goles de Tresor y Giresse en los minutos 92 y 98; cuatro minutos después del tercer gol francés, los alemanes rebajaron la diferencia gracias a Rummenigge y consiguieron el empate en el minuto 108, con gol de Fischer. En la tanda de penales, Six y Bossis no pudieron anotar sus goles y una agotada Alemania ganó el derecho a en el partido final a los italianos, que ese mismo día obtuvieron un cómodo triunfo de dos a cero sobre los polacos.
Tarjetas, estampillas y hojas recuerdo españolas, conmemorativas de la Copa Mundial de 1982
Una de las escenas más recordadas del enfrentamiento entre franceses y alemanes, fue también una de las más violentas de la historia de los mundiales: un caderazo de Harald Schumacher, el arquero alemán, dejó inconsciente a Patrick Battiston, que entraba en el área tras un pase de Michel Platini. El francés, hospitalizado, despertaría después del partido con dos dientes menos y una vértebra rota. Schumacher, muerto de miedo, como lo confesaría después, se dedicó a jugar con el balón y no hizo el mínimo intento de mostrar preocupación por el afectado; sonoros pitidos desde las gradas le acompañarían en adelante cada vez que tocaba el balón; solo recibió la sanción moral, porque el árbitro ni siquiera pitó la falta.
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El caderazo de Schumacher |
En España no faltaron los escándalos. En la primera fase, Alemania y Austria pasaron a la siguiente etapa tras un partido en el que, luego de anotar Alemania y conseguir la diferencia de goles que necesitaba para imponerse a la selección de Argelia, los dos equipos se dedicaron a pasarse la pelota hasta que transcurrió el tiempo reglamentario, sin que las protestas de los espectadores lograran terminar con eso que un recordado comentarista ecuatoriano llamaba peloteo intrascendente.
También en la primera etapa, Francia se enfrentó al debutante Kuwait, y tras ir ganando tres a uno anotó el cuarto gol. Los kuwaitíes alegaron que oyeron un silbato y por eso dejaron de jugar y no detuvieron el avance, pero el árbitro ucraniano Miroslav Stupar validó el gol. En ese momento, el jeque Fahad Al-Ahmed Al-Jaber Al-Sabah, hermano del emir de Kuwait y presidente de la Asociación de Fútbol del emirato, empezó a gesticular desde las gradas, bajó al campo sin ser detenido por la policía y exigió hablar con el árbitro que, sorprendentemente, no solo accedió a hacerlo, sino que anuló el gol tras conversar con el iracundo emir. Al final, Francia anotó un cuarto gol, el emir fue amonestado y el árbitro Stupar recibió una multa y fue suspendido de por vida.
En España se juró el partido con el marcador más abultado de la historia de los mundiales: el diez a uno con el que los húngaros se impusieron a los salvadoreños; y se produjo un episodio que, no por cómico, deja de ser una muestra del nivel que puede alcanzar la estupidez humana. El 29 de junio, Alemania se enfrentó a Inglaterra en un partido que terminaría sin goles; Juan Carlos Morales transmitió el juego para Radio Rivadavia y, por orden de sus jefes, dolidos por la reciente derrota militar en la Malvinas, debió hacerlo sin mencionar a Inglaterra o usar las palabras inglés o británico. Salvo por un error de uno de sus colaboradores, que se refirió a Inglaterra en el segundo tiempo, Morales cumplió la consigna de forma impecable, repitiendo expresiones como “los de rojo”, “los rivales de los germanos”, “el adversario de Alemania” o, simplemente, “los piratas”.
A la izquierda, la selección italiana que alcanzó el campeonato mundial en 1982; de izquierda a derecha, de pie, Graziani, Zoff, Bergomi, Scirea, Antognoni y Colovati; en cuclillas, Cabrini, Rossi, Conti, Oriali y Tardelli. A la derecha, la estampilla que emitió Italia para conmemorar el triunfo de sus futbolistas.
El esfuerzo desplegado por los protagonistas del juego entre Alemania y Francia agotó las energías de los protagonistas. Los franceses no pudieron derrotar a los polacos en el partido por el tercer puesto y la superioridad de Italia fue evidente en la final, que se jugó el 11 de julio de 1982, en el estadio Santiago Bernabeu, de Madrid, y terminó con una derrota alemana por tres goles a uno. Italia consiguió el tricampeonato que buscaba desde 1938 y que los brasileños le habían negado doce años antes, en México.
Una estampilla, con las manos del arquero Dino Zoff que elevan la Copa del Mundo, fue emitida por Italia el 12 de septiembre, para conmemorar el triunfo (Scott 1526).
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